29 de diciembre de 2017

X. La partida.

Este relato corto muestra una conversación con un personaje a veces siniestro, a veces tétrico, generalmente odiado, y otras, deseado: la Muerte. Existen muchas posturas respecto a este hecho ineludible y que es parte consustancial de la vida. Pero tal y como dice este personaje, "tan solo soy lo que los humanos habéis hecho de mi".

Evelyn de Morgan, "Angel of Death".

- ¿Eres tú?
Yo soy.
- Te estaba esperando.
Siempre soy puntual a mi cita.
- ¿Puntual? ¿Estás seguro de que eres puntual? Yo creo que te has retrasado.
No. Yo sólo acudo en el momento necesario.
- Será como tú digas. De todas formas, me alegro de que hayas decidido venir por fin.
De nada.
- Perdóname que haga esta pregunta. ¿Debo tratarte de usted o puedo tutearte?
Bueno, eso depende de ti. Pero te conozco desde hace mucho tiempo. A ti y a todos. Sigo tus pasos desde que naciste.
- ¿Siempre has estado detrás de mí?
Siempre. Así que supongo que puedes tutearme.
- Está bien. Pero este cáncer me lleva devorando mucho tiempo. ¿Por qué no has venido antes a por mí?
Porque no era tu hora. Yo nunca me precipito. Tengo toda la eternidad por delante. Para mí, el tiempo es algo insustancial. Yo mido en momentos, no en tiempo.
- Y por fin ha llegado mi momento.
Tú mismo me has llamado.
- Es cierto. Uno sabe, en lo más profundo de su ser, cuando le ha llegado el momento.
Y aun así pareces apesadumbrado. ¿No te alegra que acuda a llevarte?
- Si, si que me alegro. Pero lo cierto es que también temía profundamente que llegara este momento. Aunque ya no estoy preocupado. Todo está bien, y no dejo nada detrás.
Has tenido una vida feliz.
- Sí. He hecho todo lo que tenía que hacer, y no considero que haya malgastado mi tiempo.
Entonces, ¿qué temías?
- El olvido. Esto significa el final para mí.
No. Esto es tan solo el principio de otra existencia. Sólo que tú aun no la conoces.
- ¿Así que todo es cierto?... Bueno, de todas formas, mis hijos perpetuarán mi memoria.
Tus hijos te quieren, y llorarán por ti cuando te hayas ido.
- Lo sé, y lo siento por ellos. Pero es algo que debe ocurrir, ¿no es cierto?
Sí. ¿Te arrepientes de algo?
- No, de nada. Hice todo lo que tenía que hacer. 
Entonces nada te ata ya a este mundo. Podemos irnos.
- ¡Espera un momento!
¿Qué ocurre?
- Cuando te llevaste a mi mujer…
¿Sí?
- Lo sentí en el alma. Me la dejaste poco tiempo.
No puedes culparme. Me la llevé cuando llegó su momento. ¿Acaso hubieras deseado que sufriera tu misma lenta agonía?
- No, claro que no… Al principio te maldije, pero ahora sé que así está bien. Nuestro amor permanece intacto a través del tiempo. Tal vez no hubiera sido así de haberse quedado.
¿Entonces, qué es lo que te pesa?
- Lo único que siento es no haberle dicho a mi mujer que la amaba antes de que te la llevaras.
Podrás decirlo en el sitio al que vas.
- ¿Me la devolverás?
Yo nunca te la he arrebatado. Ella siempre ha permanecido contigo.
- ¡La he echado tanto de menos!… Pero hay algo de ti que no entiendo.
¿Qué es?
- ¿Por qué eres así?
¿Cómo soy?
- Tan cruel. Tan repentina. Eres un mal que todo el mundo debería evitar.
Eso es tan solo lo que los humanos habéis hecho de mí. Yo soy un suceso inevitable en la realidad en la que vivís. Os rodeo en todo lugar y en todo momento. Soy algo inseparable de vuestras vidas.
- Pero causas dolor y pena.
Todas las especias me asumen, sin excepción. Menos vosotros. Os creéis merecedores de algo mejor, cuando no es así. Que seáis capaces de sentirme y ser conscientes de ello, no os hace mejores. Tampoco peores.
- Pero tú… ¿no acabas siendo fruto del dolor y de la crueldad? Cometes injusticias continuamente, aprovechándote de nuestra impotencia.
No puedes culparme de ello. Yo tan sólo soy la consecuencia del acto de vivir. Vosotros mismos soy la causa de vuestras desgracias: te equivocas al atribuirme todas esas cosas. Yo no soy crueldad, ni dolor, ni pena. Simplemente, soy.
- Sé que tienes razón. Imagino que esa es tu virtud: el poder de observar desapasionadamente y con objetividad.
Cuando os liberáis de las ataduras del egoísmo, cuando ya no tenéis nada que perder en absoluto, todos los Hombres os volvéis filósofos.
- ¿Tú también lo eres?
Puede ser. Pero debemos irnos.
- ¿No podré despedirme?
No. Pero ahora duermes, y eso suavizará tu partida. Tus hijos esperan en la habitación de al lado. No quieren molestarte.
- Algún día les recibiré de nuevo.
No los echarás de menos. Ahora les toca a ellos disfrutar de todo aquello que les has dejado.
- Está bien, entonces. Te seguiré.
¿Nos vamos?
-  Voy detrás de ti. 

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