15 de febrero de 2018

XI. El cazador del desierto tóxico.

Este relato de ciencia ficción se ubica en un mundo desolado arruinado por la contaminación. Las únicas materias primas que aún pueden obtenerse proceden de grandes monstruos mutantes que algunos cazadores abaten en los desiertos infinitos del planeta. Esta labor, ardua y solitaria, no está exenta de peligros.

John Blanche. "Enforcer" boceto.

La llanura desolada se despliega infinita más allá del espacio ocupado por la gran ciudad factoría de Bogitaris, una de las colmenas de habitación humana que se diseminan como excrecencias necrosadas por la superficie de aquel planeta agonizante. En el inmenso laberinto de acero y cemento de la ciudad, de kilómetros de extensión y centenares de metros de altura, se hacinan millones de seres humanos, alienados y anónimos, engranajes de la gigantesca industria de procesado de alimentos y producción energética que suponía a la vez la razón de su supervivencia y el motivo de su condena. La humanidad había crecido en aquel mundo perdido en la inmensidad del espacio hasta abarcar cada rincón del planeta; en el proceso, esa inmensa masa humana había acabado por consumir todos los recursos naturales. Los vertidos de sus factorías contaminaron el agua y la atmósfera, exterminando especies animales por millones y acabando asimismo con toda la vida vegetal, hasta convertir el mundo en un erial inhóspito. La vida humana era un parásito voraz que había terminado por matar a su huésped, y aun así seguía alimentándose patéticamente de su carcasa agotada y tumefacta.

Al sur de Bogitaris, en el interior del desierto infinito, se elevaba una meseta de fuertes escarpes, marcada por las cicatrices de cañones y vaguadas de erosión. Sus laderas estaban talladas por la lluvia ácida, que en aquel desierto caía como un aguacero arrancando torrentes de lodo y creando profundas cárcavas, para ser luego absorbida por el suelo rocoso y sediento sin dejar rastro. De cuclillas frente a una de las entradas de aquellos cañones, Psi-alfa se tomaba un momento para procesar los datos ambientales y geomorfológicos del terreno. Calculaba la forma de tender una trampa a la criatura que llevaba persiguiendo desde hacía varios ciclos solares.

Psi-alfa explotaba una de las escasísimas fuentes de materia prima que aún persistían en el planeta: las formas de fauna mutante que, dispersas, podían encontrarse en los parajes desérticos más alejados de las ciudades factoría. La caza de esos animales, transformados por la falta de depredadores naturales y los caprichos de la mutación radioactiva en monstruos de gran tamaño,  suponía una fuente única y muy provechosa de grasa, aceite y elementos químicos resultantes del procesamiento de la carne, huesos y vísceras de sus cuerpos abotargados, absolutamente imprescindibles para la industria de las ciudades factoría que mal nutría a aquella humanidad condenada.

La criatura fue identificada por su escáner visual biométrico como un gargólido piraña, una especie particularmente longeva y con un marcado dimorfismo sexual. Los machos eran más grandes que las hembras, con una cresta de púas óseas de la cabeza a la cola. Su principal diferencia residía en que los machos poseían una docena de ojos, dispersos en línea irregular a lo largo del cráneo. Por su tamaño y actitud recelosa, aquella pieza de caza parecía ser un viejo macho anormalmente hábil, poseedor de una inteligencia primitiva que había sorprendido a Psi-alfa. Parecía haberse hecho la encontradiza, apareciendo de la nada en mitad del desierto. En aquel momento el sistema de predicción visual de Psi-alfa había calculado un peso de en torno a media tonelada, lo que se traducía en pingües beneficios de venta, por lo que se había decidido a seguirla. Desde entonces, la criatura siempre se había mantenido en el límite de su visión, en huida hacia lugares escarpados y pasos angostos, como para tratar de despistarle. Al no conseguirlo, había llegado a poner en riesgo su vida al internarse en una tormenta de arena, seguramente para borrar las huellas que dejaba en el suelo agrietado y estéril.

Por culpa de aquella persecución Psi-alfa estaba ahora al límite de sus reservas de nutrición, y el filtro de respiración se había obturado mientras atravesaba la tormenta. Era necesario finalizar la cacería en ese ciclo solar, para conservar así oxígeno suficiente para el viaje de vuelta, y aquel lugar se ofrecía como el espacio ideal para poner punto y final.

Psi-alfa ascendió sin dificultad el escarpe erosionado de la meseta, ayudándose de los impulsores biónicos implantados en sus rodillas y tobillos, cargando al hombro su enorme cañón de caza. Su plan era encontrar a una posición de tiro elevada, desde la cual abatir a la presa evitando en lo posible una reacción de ataque, ya que aquellas bestias contaban con grandes garras delanteras, y podían llegar a ser muy agresivas.

El aire caldeado se agitaba cerca de la superficie terrosa, y el ventilador de refrigeración del peto blindado de Psi-alfa trabajaba a pleno rendimiento, emitiendo un rumor grave. Los datos superpuestos a su visión reflejaban que la masa de la bestia se encontraba avanzando a menos de un kilómetro de su posición, aproximándose a un valle interior que prometía ser un lugar idóneo para calcular un blanco fácil contra ella. Allí cerraría la trampa. Psi-alfa acopló sus conectores digitales al sistema de disparo del arma, y el ventilador subió una octava de tono al compensar el esfuerzo del sistema de amortiguación muscular de la espalda y hombros. Los datos de munición y puntería aparecieron en su registro ocular.

Pesadamente, con el silbido neumático de sus articulaciones, Psi-alfa se aproximó rodeando grandes rocas de pizarra y basalto hasta el borde del acantilado donde se abría aquel valle oculto. En el centro de la depresión había una laguna somera de grandes dimensiones. La luz del sol brillaba iridiscente en su superficie negra y aceitosa. La silueta de la criatura se distinguía allí abajo como una forma indefinida, aproximándose a aquella balsa oleosa. Por primera vez pudo apreciar la forma de la presa a simple vista, y era un ser enorme. Sus extremidades superiores se torcían en unos brazos amorfos con manos de dedos de cuatro falanges acabados en uñas alargadas. Las extremidades inferiores y cola eran fuertes y gruesas, coriáceas, al igual que el lomo y el cuello. La cabeza, grotescamente pequeña en comparación con el cuerpo, poseía una mandíbula inferior que sobresalía por delante del rostro, dejando ver grandes dientes finos y alargados.

A través de la mira del cañón, Psi-alfa pudo apreciar cómo la bestia se internaba en la superficie infecta de la laguna, hundiendo las patas hasta las rodillas, para luego girarse lentamente hacia él. El ventilador aullaba a toda potencia mientras compensaba con brazos y piernas el peso del arma. La mira digital parpadeaba mientras determinaba las características del disparo. La criatura parecía estar esperando. Psi-alfa pudo ver a través de la visión aumentada del objetivo del cañón cómo la criatura le devolvía la mirada, inmóvil, guiñando de forma alterna sus dos grandes ojos y dilatando rítmicamente las fosas nasales mientras agitaba la cola rala con fuerza de un lado a otro, emitiendo una vibración sorda que llegaba hasta su posición. La mira digital se detuvo y parpadeó, mostrando que el cañón estaba listo para el disparo, pero Psi-alfa apartó la vista de la mirilla, sorprendido. Aquel no era el espécimen que estaba siguiendo. Escuchó un gorgoteo a su espalda. Al girarse, vio frente a él una sonrisa horizontal, plagada de dientes alargados, y su imagen reflejada en una multitud de ojillos de pupilas dilatadas. Había caído en la trampa.

2 comentarios:

ACUARIO dijo...

me ha hecho sentir que el futuro de la humanidad puede llegar a ser el que se describe, catastrófico y apocalíptico pero al final me quedo con la esperanza de que al menos algún ser vivo pueda adaptarse, y sobrevivir retando a las refinadas máquinas.

De Pluribus Mirabilia dijo...

Me gusta mucho tu reflexión. Con el relato quería proponer que al final, por mucho que lo intentemos, la Naturaleza es superior al Hombre en su magnitud. Muchas gracias por tu comentario. Celebro que te haya gustado.